sábado, 7 de noviembre de 2009

LA DEMOCRACIA DE LOS BOMBARDEOS REINA EN AFGANISTAN. ¡ OTAN NO! TROPAS FUERA


¿Irak misión de guerra, Afganistán misión de paz?

OBAMA llegó a la Casa Blanca con un programa semejante al que aupó a Zapatero a la Moncloa en 2004: no a las “guerras ilegales” (Irak), sí a las “guerras justas” (Afganistán). La primera era una aventura “unilateral” de Bush que, en palabras de Obama, era un rodeo injustificable en la “guerra global contra el terrorismo”, cuyo epicentro sitúa en Afganistán. Bajo la nueva Administración norteamericana, Afganistán debía convertirse en una cruzada “multilateral” por la paz y la democracia, en la que se recompondrían, en el fraternal marco de la OTAN y con la bendición de la ONU, las maltrechas relaciones de la “comunidad internacional” ocasionadas por los mandatos de Bush junior.
Estrategia Obama Para Obama, como para Zapatero, la retirada ordenada de Irak constituía una potente fuente de legitimación para iniciar su mandato. A estas alturas conocemos la naturaleza de su “imperialismo con rostro humano”.
Obama pretende combinar la continuidad del despliegue militar (ha aumentado en 30.000 soldados el contingente estadounidense en los últimos meses) con una ofensiva diplomática para asociar a él a la mayor cantidad de países. A los 450 militares aportados por el Estado español para apuntalar la grotesca farsa electoral de la semana pasada, Zapatero ha decido añadir 200 militares más, ante la evidencia de que las tropas españolas viven en un “estado de máxima alerta” (no muy propio de una misión de paz…) ante los ataques talibanes… Así pues, la dotación española va a alcanzar los 1.000 soldados. Pero los planes de Obama para “pacificar” Afganistán incluyen una creciente intervención directa en Pakistán, así como una mayor presión sobre la cúpula militar de este país para comprometerla en el combate antitalibán en los territorios fronterizos. Esta nueva huída hacia delante –muy parecida a la que protagonizó Nixon al extender a Camboya la Guerra del Vietnam– puede tener repercusiones gravísimas y llevar a ese país de 175 millones de habitantes (y que posee la bomba atómica) al borde de la guerra civil. Todo parece indicar que, si las autoridades pakistaníes no ordenan al ejército combatir a los norteamericanos que penetren en suelo pakistaní, será casi imposible evitar que éste se fracture (como ya sucede en buena medida con la inteligencia militar, fuertemente infiltrada por los fundamentalistas, como evidenció el espectacular asesinato de Benazir Bhutto en diciembre de 2007). Esta crisis interna pakistaní, y el consiguiente peligro de descomposición, se ha agudizado
gravemente a raíz de los combates entre ejército y milicias talibanes que tuvieron lugar en el Valle de Swat esta pasada primavera. Creciente inestabilidad… nerviosismo en la OTAN
La multiplicación de los ataques de la insurgencia con ocasión de la grotesca farsa electoral celebrada estos días y la creciente brutalidad de los ataques de la OTAN, simbolizada por la masacre de 95 civiles en el bombardeo alemán de la semana pasada, inauguran una nueva fase de turbulencias.
Casi ocho años después de la caída del régimen talibán, en 2001, y de la puesta en marcha de una difícil “reconstrucción”, la incertidumbre sobre el porvenir del país es mayor que nunca. El creciente nerviosismo de la administración de Obama y del Estado Mayor de la OTAN se debe fundamentalmente al hecho de que Hamid Karzai ha iniciado en 2008 un giro “nacionalista” que busca oponer un contrapeso a la influencia de Washington y, más allá, a la de Londres, cuyas ingerencias más sutiles –y su pasado colonial– resultan crecientemente incómodas. Tres potencias regionales se están aprovechado del espacio que se abre: Rusia, Irán y China. Geopolítica y raíces del conflicto: de la Guerra Fría a la guerra contra el terrorismo. Washington e Islamabad (capital de Pakistán) impulsaron el desarrollo de movimientos islamistas para combatir durante los años 80 a los soviéticos y al régimen laico de Kabul (capital de Afganistán). Los ayer “luchadores de la libertad” financiados por la CIA en su cruzada antisoviética se volvieron contra sus amos cuando, tras la caída del Muro de Berlín, dejaron de recibir la financiación de la que habían disfrutado por parte del imperialismo yanqui y de la monarquía feudal saudí (principal aliado de EE.UU. en la región desde la Segunda Guerra Mundial). Tras los atentados de Al Qaeda (una red de combatientes fundamentalistas auspiciada en sus orígenes por la CIA) del 11 de septiembre, el gobierno norteamericano no tuvo reparo en declarar la guerra a sus viejos aliados. Sin embargo, no fue tan fácil imponer ese viraje al régimen pakistaní,
fuertemente comprometido en el apoyo a los talibanes. Pakistán siempre ha tenido interés en lograr un régimen afecto en Afganistán y en debilitar a la URSS, el antaño principal aliado de su gran enemigo: la India.
Hoy, la brutalidad de la guerra de ocupación en curso liderada por Estados Unidos, una guerra “que no puede ganarse” (como ya admite el propio alto mando estadounidense), y la generalización del antiamericanismo en la zona están permitiendo una creciente concurrencia de intereses de las distintas potencias regionales.
Rusia es una potencia de Asia central con crecientes pretensiones de influencia en la zona y que ha aprendido la lección de que mantener un perfil bajo y evitar aventuras militares es más eficaz para afianzar sus intereses geopolíticos a largo plazo. Parece que Karzai tiene intención de adquirir armamento ruso, mientras que la OTAN necesita colaboración rusa para abrir líneas de aprovisionamiento al norte de Afganistán que eviten los sabotajes que sufren en el norte de Pakistán.
Apoyándose en la minoría chiíta del país (tradicionalmente perseguida por los talibanes sunitas), Irán también está tomando posiciones en Afganistán tras haber con quistado una considerable influencia en Irak. Irán hará todo lo que esté en su mano para debilitar la presencia militar norteamericana en la región, percibida como una amenaza directa. En fin, China tiene dos grandes objetivos a la hora de extender su influencia en Asia central: a) controlar los focos islamistas susceptibles de desestabilizar sus propias regiones fronterizas, en particular la provincia de Xinjiang, poblada mayoritariamente por Uigures musulmanes. b) explotar los recursos naturales de la zona. Por el momento, esta política está dando sus frutos: han obtenido la concesión para explotar la mina de Aynak, la segunda reserva mundial de cobre.
Zapatero apoya una guerra colonial Tras ocho años de guerra, Afganistán es un caos total donde reina el terror, la corrupción, las mafias y el nepotismo. La camarilla mafiosa en el poder negocia con fracciones talibanas para perpetuarse, a cambio de imponer nuevas brutalidades a las mujeres afganas. El silencio de la Secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, al respecto de las nuevas violaciones de los derechos de las mujeres es estruendoso. Esta es la “democracia” que dice defender Zapatero cuando acaba de aprobar el envío de 200 soldados más a la guerra. Hablemos claro: ésta es una guerra de rapiña “multilateral” por un reparto más justo del botín de la Guerra Fría que el que permitía Bush a sus clientes europeos en Irak. Ni más, ni menos.
Por ello, desde Izquierda Anticapitalista creemos que debemos contribuir decididamente a destapar esta farsa sanguinaria y volver a levantar una agenda de movilizaciones unitarias contra la guerra y el envío de tropas a Afganistán y por la retirada inmediata y sin condiciones del contingente español.

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